En los tiempos actuales, se habla de alfabetización digital: se supone que todos debemos tener un mínimo conocimiento en tecnologías de la información como usar un computador y un teléfono móvil, tener una cuenta de correo electrónico, hacer pagos por internet, emplear programas esenciales como Microsoft Office, entre otros.
Sin embargo, en países en desarrollo todavía hay personas que no saben algo esencial como leer y escribir. En Colombia, en el 2017 el 5,8% de la población era analfabeta; es decir que 2,7 millones de colombianos no sabían leer ni escribir. Por lo tanto, todavía no podemos pensar en que estas personas se pongan al día con los avances tecnológicos. No saber leer ni escribir representa limitaciones para el desarrollo del individuo, pues no pueden ser totalmente independientes en cosas tan indispensables como tomar un bus, escribir un mensaje, votar, firmar un contrato con la tranquilidad de saber a qué se está comprometiendo, entre otros (si eres estudiante universitario, esta publicación con consejos para escribir una tesis de pregrado te puede interesar).
Colombia se había propuesto para el 2018 reducir la cifra de analfabetismo a un 3,8%; sin embargo, esta cifra no se alcanzó, en medida por la falta de continuidad de los programas por parte del Ministerio de Educación; además, el aislamiento de muchas zonas en el país, la escasez de infraestructura, las metodologías que se utilizan para el aprendizaje y la resistencia a aprender porque las personas piensan que ya es muy tarde para alfabetizarse, se suman a las causas para no lograr dicha meta.
Conocedoras de este problema, entre los años 2005 y 2007, Carolina y yo diseñamos y ejecutamos un programa de alfabetización para personas adultas del barrio Alfonso Bonilla Aragón de la ciudad de Cali. Este programa fue apoyado por la Comunidad Católica Luz de Cristo y hasta fuimos entrevistadas por el corresponsal en Cali de Noticias Caracol, el periodista Eduardo Manzano, para la sección del noticiero sobre obras benéficas. Ante la convocatoria para empezar el programa de alfabetización, se inscribieron cuatro personas, de las cuales tres fueron consistentes y terminaron todo el programa: Daniel, Sara y María. Daniel era un adolescente de 16 años con una leve dislexia; Sara y María eran adultas mayores que trabajaban como empleadas domésticas.
Carolina y yo trabajábamos en la Universidad del Valle en esa época y dictábamos las clases de alfabetización los miércoles a las 6 pm y los sábados a las 9 am. Para diseñar las clases, nos documentamos con manuales de alfabetización y usábamos las experiencias propias de Daniel, Sara y María para los ejercicios y tareas y así mantenerlos motivados. Periódicamente hacíamos evaluaciones para seguir el progreso de ellos y paulatinamente encontramos que empezaban a aprender a leer y escribir y a defenderse en su vida cotidiana. Por ejemplo, doña María nos contó que en cierto momento ya podía distinguir el bus y la ruta que le servía para llegar a su trabajo. Esos pequeños progresos nos alegraban mucho y nos motivaban a no desistir en el proceso. Cuando encontramos que ellos tres ya habían adquirido las habilidades lecto-escritoras mínimas para ser independientes, dimos por concluido el programa y los graduamos con honores. Lamentablemente no pudimos continuar con otras cohortes dado que adquirimos más compromisos laborales y académicos que no nos dejaban tiempo libre.
Aparentemente, alfabetizar a tres personas no genera una cambio visible en la reducción de las cifras de analfabetismo en Colombia; sin embargo, creemos que impactamos positivamente la vida de Daniel, Sara y María y esto gracias a la Comunidad Luz de Cristo, que nos abrió las puertas de su hogar para desarrollar el programa.
Después de experimentar de manera propia lo que significa apoyar a un individuo en su proceso de alfabetización, consideramos muy importante que los jóvenes conozcan las necesidades de leer y escribir que tienen muchos de nuestros compatriotas y que, si es posible, se motiven a donar su tiempo y conocimiento para que otras personas sin acceso a la educación puedan adquirir las habilidades básicas para ser adultos autónomos.
Si de pronto tienes a alguien en tu familia que no sabe leer ni escribir, aquí podrás encontrar un listado de aplicaciones para aprender estas habilidades, usando celulares o tabletas. Así, alfabetizamos en lo esencial y en lo digital simultáneamente.
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