Para un mejor contexto, recomiendo que leas primero la parte 1 de esta publicación. En ella narro el desarrollo cronológico del brote de enfermedad gastrointestinal asociada al agua para consumo humano en Walkerton – Canadá y listo sus causas. En esta segunda entrega, repaso las lecciones aprendidas de este caso y cómo podríamos aplicarlas, a través de un enfoque de gestión de riesgos, a los sistemas de abastecimiento de agua en Colombia.
Paralelo entre las normas de calidad de agua y gestión de riesgos de Canadá y Colombia
A continuación muestro un paralelo de los aspectos normativos actuales sobre calidad de agua para consumo humano entre Canadá y Colombia para comprender cómo se puede relacionar lo ocurrido en Walkerton con las amenazas y vulnerabilidades que pueden presentar los sistemas de abastecimiento de agua del país.
Una de las principales diferencias del enfoque normativo entre ambos países consiste en que las guías canadienses reconocen directamente la relación entre la turbiedad del agua filtrada y el control del riesgo microbiológico en las plantas de potabilización. Según la evidencia científica, hay mayor probabilidad de encontrar quistes y ooquistes de Giardia y Cryptosporidium en aguas tratadas cuando estos se incrementan en las aguas crudas. Además, la turbiedad como medida del contenido de partículas es un parámetro útil para evaluar el desempeño de las plantas de tratamiento e identificar cuando los filtros no están operando correctamente.
Adicionalmente, las partículas también interfieren con la eficiencia de la desinfección, por lo que la turbiedad del agua antes de este proceso no debería tener más de 1 UNT de turbiedad. La norma colombiana no evidencia tal relación directa entre el contenido de partículas (medido como turbiedad) y la presencia de parásitos como Giardia y Cryptosporidium, ya que que el valor máximo permisible es 2 UNT, tanto para el agua tratada a la salida de las plantas como en la red de distribución. En contrate y según Emelko (2003), cuando se tienen turbiedades de 0,3 UNT en el agua filtrada, se pueden alcanzar remociones de Cryptosporidium entre 1 – 2 Log aproximadamente.
Otra diferencia entre los dos enfoques normativos se encuentra en el cloro residual. Mientras que las guías de Canadá no establecen un rango o valor máximo permisible, Colombia establece un rango con el fin de controlar tanto el riesgo microbiológico como el químico, este último relacionado con la formación de subproductos de la desinfección como los trihalometanos. Sin embargo y teniendo en cuenta que los efectos de una infección gastrointestinal suelen ser agudos, mientras que los efectos de la contaminación química pueden ser crónicos, incrementar las dosis de cloro ante un evento puntual de aumento de la carga contaminante microbiológica en el agua cruda podría estar justificado, aplicando el enfoque de mantener un balance entre el riesgo microbiológico y químico, como lo menciona Hrudey (2009).
Lo anterior no es posible aplicarlo en Colombia, pues la norma establece un rango rígido y, si una muestra tomada por la autoridad sanitaria resultara en concentraciones de cloro residual libre ligeramente mayores a 2,0 mg/L, el prestador del servicio resultaría con un IRCA (Índice de Riesgo de la Calidad de Agua) con cierto nivel de riesgo y debería responder ante las autoridades.
¿Qué podemos aprender del caso de Walkerton?
Para que el caso de Walkerton o ningún otro de los casos de brotes que se han presentado en los sistemas de abastecimiento alrededor del mundo no se vuelvan a presentar o al menos cada vez sean menos frecuentes, es necesario empezar a aplicar el enfoque de gestión de riesgos. Como lo listamos previamente (XXX), todo inicia con unas instituciones que hagan bien su trabajo y que estén respaldadas por un marco regulatorio que impulse la gestión de riesgos por calidad de agua y que las normas asociadas estén actualizadas para responder al contexto particular de los países, provincias, estados, departamentos, municipios y distritos. Así pues, las autoridades estarán en capacidad de intervenir oportunamente para prevenir la materialización de un riesgo y, si llegara a ocurrir, minimizar los impactos negativos sobre la salud pública.
La gestión de riesgos desde la cuenca de abastecimiento hasta el usuario final, como lo plantean los Planes de Seguridad del Agua de la OMS, resalta que las fuentes de agua son la primera barrera para reducir el riesgo. Unas fuentes de abastecimiento protegidas y limpias disminuyen la complejidad de los sistemas de potabilización de agua, tanto en su tecnología, como en los requerimientos de personal operativo, consumo de productos químicos y generación de subproductos como los lodos de sedimentadores y filtros.
Actualmente, el cambio climático plantea desafíos por el incremento de la contaminación de los recursos hídricos, tanto en épocas de lluvias intensas como de sequía. Reducir la generación de aguas residuales y tratarlas eficientemente, manejar adecuadamente los residuos sólidos, usar responsablemente y disponer adecuadamente los fármacos, disminuir el uso de plástico y reforestar los bosques son algunos ejemplos de las medidas que pueden tomar las autoridades ambientales, empresas de servicios públicos y ciudadanos en general para mejorar la calidad de agua de las fuentes.
En cuanto a los prestadores del servicio de acueducto, la estabilidad financiera y adecuado manejo de los recursos económicos son fundamentales para garantizar el funcionamiento de los sistemas de abastecimiento de agua. Contar con un inventario suficiente de materias primas; actualizar las tecnologías de tratamiento según los cambios de calidad de agua en las fuentes; mantener en óptimas condiciones todos los equipos y sensores para tratamiento, distribución y control de calidad de agua; capacitar a su personal operativo, profesional y administrativo en gestión de riesgos por calidad de agua; reemplazar a tiempo tuberías y accesorios envejecidos para minimizar los daños y sus reparaciones y crear y ejecutar un plan para abastecer con agua potable a los asentamientos humanos de desarrollo incompleto son algunas de las actividades que pueden llevar a cabo los prestadores para garantizar la calidad del agua a los consumidores.
Como lo describí en la parte I, los dos operadores fueron sentenciados a cárcel y arresto domiciliario por su negligencia y actitud deshonesta que ocasionó que las alertas a los consumidores no se emitieran a tiempo y así reducir los impactos fatales y crónicos del brote sobre la salud de los habitantes de este poblado canadiense. Por esto, destaco la importancia de que todo el personal operativo, profesional y administrativo de las empresas de acueducto reciban capacitación continua en gestión de riesgos para que conozcan los riesgos, sepan cómo se pueden reducir y cómo comunicarlo cuando estos se materializan. Parafraseando a Hrudey y Hrudey (2004) en la página 122 de su libro: si usted cree que ninguno de estos casos de brotes por contaminación del agua [en este libro están reportados 67 casos] puede ocurrir en su sistema de abastecimiento, pues lo felicito. Sólo se puede dormir tranquilo si uno conoce muy bien sus riesgos y está segura de que los tiene todos bajo control.
Y en Colombia, ¿qué?
En Colombia, la Res. 0549 de 2017 está contribuyendo a impulsar la gestión de riesgos de calidad del agua potable para que los prestadores adopten una actitud proactiva en lugar de reactiva en la operación, mantenimiento y administración de sus sistemas. Sin embargo, esta norma dejó poco espacio para la colaboración estrecha y fructífera entre prestadores del servicio y autoridades ambientales para ejecutar acciones orientadas a la conservación y recuperación de las fuentes de abastecimiento. Futuras modificaciones a las normas sobre calidad de agua y gestión de riesgos deberían tener en cuenta este aspecto.
Adicionalmente, ante una eventual actualización de la Res. 2115 de 2007 que reglamenta los parámetros y valores máximos permisibles de calidad del agua potable, se debería considerar la relación entre turbiedad del agua filtrada y el control del riesgo microbiológico por virus y protozoos. Además de incluir el monitoreo de otros microorganismos indicadores como Clostridium. También hago un llamado a la comunidad científica colombiana para que unamos esfuerzos y así estudiar cómo implementar la citometría de flujo como herramienta operativa en las plantas de potabilización con el fin de controlar la calidad microbiológica del agua tratada que se envía a la red de distribución.
Aquí pueden leer un par de artículos sobre el tema: Prest et al. (2014) y Van Nevel (2017). Si todavía no conoces a nuestro grupo de investigación Ciencia, Ambiente y Equidad, aquí puedes leer un poco más sobre este.
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En nuestro equipo de trabajo contamos con personal que conoce y tiene experiencia en la formulación de los estudios de riesgo y planes de contingencia de los sistemas de suministro de agua potable. Los prestadores del servicio tienen plazo hasta el 19 de julio de cada año para enviar dichos estudios a la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios de Colombia, a través del Sistema Único de Información. Así pues, Cognita Links puede ser tu aliado para la formulación por primera vez, actualización e implementación de tales estudios en tu sistema de abastecimiento de agua. Mayor información en www.cognitalinks.com.
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