Quienes me siguen en Twitter o leyeron el microcuento Mamá gaseosa, se pueden dar cuenta de que uso frecuentemente el sistema público de transporte de Cali, llamado MIO (Masivo Integrado de Occidente). Además de contribuir un poquito con la salud ambiental de la ciudad, también he entendido que usar el MIO nos acerca más a la realidad de nuestra ciudad; ahí uno se encuentra con diferentes personas y se ve de todo. Si tuviera carro particular, tal vez viviría en una burbuja. Por ejemplo, una vez esperé una hora la ruta P71 en la estación Unidad Deportiva y, dada la espera tan larga, no quedó más que ponernos a charlar entre las personas que estábamos en la fila… casi que nos hicimos amigos al final. Al menos el mal servicio del MIO tiene un impacto positivo en los caleños: bajamos la guardia, encontramos algo en común y desarrollamos empatía por los demás. Ese día, ya dentro del bus, tres mujeres conversábamos sobre la demora y un muchacho de máximo 22 años “metió la cucharada” y la señora de unos 65 años le dijo de una: “pero qué ojos tan bonitos tiene… ¡usted es un muchacho muy bonito!”. Esto fue suficiente para que el joven se sonrojara, no dijera más y nos diera la espalda. ¡Fue una situación muy chistosa! La gente de Cali es así: espontánea y charladora. Luego de eso, olvidé que desperdicié una hora de mi vida, esperando la ruta P71.
Para darse una idea de la calidad del servicio del MIO, basta con seguir la cuenta de Twitter @MIOUsuarios; ahí uno entiende que el principal problema está relacionado con que no hay suficientes buses para transportarnos rápidamente de un lugar a otro. Además, las estaciones están en mal estado; los tableros no son precisos con los tiempos de espera; las filas son largas para recargar las tarjetas en las estaciones; algunas estaciones como Tequendama se quedaron pequeñas para la cantidad de personas que reciben en hora pico; hace falta la terminal del sur para descongestionar la estación Universidades; algunos buses no tienen tableros ni aire acondicionado (ya se imaginan el sofoco que sufrimos los pasajeros dentro de un bus en Cali sin ventanas ni aire acondicionado); durante el día en las rutas del oriente de la ciudad se suben permanentemente personas a mendigar, cantar o vender alimentos.
Este último es un tema delicado porque por un lado está el derecho al trabajo, amparado por la Constitución colombiana y por el otro la necesidad de usar un transporte público limpio, ordenado y tranquilo. Los alimentos dentro de los buses fomentan la aparición de cucarachas, a todo el mundo no le gusta la música que cantan los que se suben al MIO y, luego de una jornada laboral extensa, lo que uno más anhela es silencio. Además, en una ciudad con altos índices de pobreza, no se ve bien que alguien se oponga a que otras personas se ganen el sustento diario. De todas maneras, me surge la duda de si no habrá otra forma de garantizar el orden en esta ciudad y a la vez reducir la pobreza a través de trabajos formales.
En esta línea, Metrocali (el administrador del sistema MIO) hizo un experimento valioso para conciliar las dos caras de esta situación: creó un programa para carnetizar y permitir las ventas dentro de las estaciones y no en los buses. Sin embargo, llegar a estas instancias demuestra la falta de autoridad del Municipio en el pasado y de cultura ciudadana porque, desde que se inauguró el MIO en el año 2008, estaban prohibidas las ventas ambulantes, la mendicidad y las actividades artísticas y los usuarios sabían que no debían comer dentro de los buses ni escuchar música sin audífonos.
La situación alcanzó tal dimensión que hubo necesidad de crear dicho programa para no vulnerar el derecho al trabajo de las personas. De los artistas no se dijo nada y es así como, casi después de dos años de haber empezado este programa, todavía hay vendedores dentro de los buses, mendigos y cantantes. Tal parece que el programa hubiera sido abandonado.
Todo lo anterior no es solo para quejarme del sistema, es solo para decir que a pesar de todo lo malo, lo uso porque creo firmemente en que usar el transporte público es una contribución valiosa a la sostenibilidad ambiental de nuestras ciudades. Además, cuando empiecen a rodar más buses eléctricos del MIO, los que apostamos por tecnologías limpias también tendremos una motivación adicional para seguir usando el sistema, pues los buses y carros eléctricos no emiten gases contaminantes a la atmósfera y son prácticamente silenciosos.
Recordemos que ya Bogotá y Medellín están experimentando malas condiciones de calidad del aire y, lamentablemente, no podemos elegir si respirar o no. Por favor, no nos confiemos de las condiciones meteorológicas de Cali para seguir abusando del uso de vehículos que funcionan con combustibles fósiles. De hecho, del Departamento de Gestión Ambiental de Cali (DAGMA) emitió una alerta de concentración de partículas de tamaño 2,5 um superior a lo reglamentado (37 ug/m3) en la estación de monitoreo de calidad del aire ubicada en la Universidad del Valle, episodio que duró 40 horas entre el 11 y 12 de febrero de 2020. Este anuncio sorprendió a varios ciudadanos, pues la estación Univalle está en la zona sur de la ciudad que cuenta con buena arborización, pero parece que este episodio estaría asociado al alto flujo vehicular de la zona en donde confluyen importantes vías y miles de vehículos.
Para ilustrar un poco mejor la preocupación por el exceso de automóviles en Cali y el mal servicio del transporte público, es necesario entender que las emisiones de partículas y gases como dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y ozono están asociadas a enfermedades respiratorias, cardiovasculares, neurodegenerativas, autismo, efectos negativos en los partos, leucemia infantil, esclerosis múltiple, entre otras. De los anteriores contaminantes, las partículas de tamaño menor a 2,5 um es el más relevante por sus efectos en la salud humana. Cabe destacar que las enfermedades y muertes causadas por mala calidad del aire traen consigo altos costos de salud pública. Por lo anterior, en el Reino Unido se había decidido que, a partir del año 2040, se iba a prohibir la venta de vehículos que funcionan con gasolina, diesel o híbridos, pero, ante la emergencia climática, decidieron adelantar tal prohibición al año 2035. Si quieren documentarse más sobre acciones efectivas para mejorar la calidad del aire, pueden leer este artículo escrito por Erickson y otros, publicado en el año 2017 y es de acceso abierto.
A pesar de lo anterior, para que los ciudadanos usen los sistemas de transporte masivo con gusto por ser cómodos, seguros y rápidos, los gobiernos municipales deben hacer muchos esfuerzos financieros y administrativos para mejorar la calidad del servicio, deben entender que el transporte en la ciudad se debe considerar como un servicio público más al cual no se le debería cargar la responsabilidad de dejar “utilidades”. Como residente de la ciudad de Cali, anhelo con ansiedad que Metrocali efectivamente solucione todos los problemas del MIO y que los caleños algún día digan: “Esta semana no uso mi carro, me conviene más usar el transporte público”.
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